El lunes hacemos cola para comprar café.
El martes llego la harina, entonces hay que salir a hacer cola para comprar harina.
El miércoles hay leche en polvo; no importa si usted no toma leche en polvo, vaya y haga la cola, siempre hay algún amigo que la necesita para sus chamos.
Es jueves y nos avisan que hay papel; toca ir a hacer la cola para el papel, aunque solo te dejen comprar un bulto.
Llego el viernes y no aguantas a que sean las seis para irte a tu casa y planear con los panas los planes de ese día; pero resulta que la comadre de tu mama consiguió aceite en los chinos del centro, y tu mama necesita que vayas para que puedan comprar varios.
El sábado te dedicas a recorrer tu ciudad en busca de crema dental.
Y el domingo nada de descanso o dormir hasta tarde, te toca ir en busca todo aquello que no te dio tiempo de comprar en la semana.
Escasez, es la palabra de moda estos días. Se ha vuelto tan popular que baila de boca en boca como la prostituta mejor pagada de un burdel. Con su fina lencería roja semitransparente nos deja ver su mas íntimos secretos, sin siquiera dejarle un poco a la imaginación. Te da una cacheta en la cara como haciéndote entrar en la realidad en la que vives. Termina contigo, se para de la cama, toma su dinero y se va; te deja solo pensando en lo que acabas de hacer. Y mientras tu lamentas tu acciones, ella va y seduce a otras bocas en busca del dinero y halagos que aumenten su ego y poder.
Al mismo tiempo la costumbre se ha vuelto nuestra droga diaria a la cual no solo nos hemos vuelto adictos, si no que también estamos haciendo que nuestros niños sean los consumidores principales de ese narcótico legal que nos ayuda a olvidarnos del desamor causado por la escasez. La costumbre nos toma de la mano como una madre a su hijo pequeño, como asegurándonos que todo va a estar bien. Nos compra un dulce, nos seca las lagrimas y ya se nos olvida todo, porque estamos mas fascinados por el nuevo dulce en nuestras manos que por la razón que nos causo el llanto. Es una droga que envuelve entre sus brazos acogedores y nos hace pensar que con ella nada existe, pero la verdad es que no nos brinda una solución. Aquí todos somos parte de un cartel cuyos fines son el mismo, una solución. Y los lideres de este cartel son aquellos que se hacen llamar políticos; el problema es que vivimos en un país en donde todos se creen políticos, sin importar el grado de educación que tenga. Hasta el niño de diez años tiene algo que decir del gobierno venezolano. Y es que aun no caemos en cuenta que lo que mas esta escaso en Venezuela son lideres de verdad. No se trata de la escasez de harina o mantequilla, se trata de la escasez de un líder que sepa poder manejar la economía para así poder distribuir con igualdad los productos de primera necesidad. Ya basta de hablar de la inseguridad que existe, y de estar contando las muertes diarias. Como venezolanos y como ciudadanos del mundo tenemos que aprender que si nos vamos a quejar de la gota que derramo el vaso, tenemos que empezar a preocuparnos por la rapidez con la que este se llena. Nos quejamos de que el gobierno actual se harta de gastar los bienes que nos tocan por derecho, pero no somos lo suficientemente inteligentes como para reclamar lo que es nuestro. Hablamos mal del que gano, del que no gano, del que se robo las elecciones y del que se dejo robar. Nos molestamos por que al muerto lo toman por vivo, pero es que acaso nosotros hacemos algo por enterrarlo?
Necesitamos unidad. Unidad no se trata de salir a marchar el lunes por uno, el martes por el otro y el miércoles por la otra; a ver quien gana primero. No. Tampoco se trata de que entre políticos se peleen y se empiecen a sacar los trapitos a la calle para ver cuantos seguidores tiene cada quien. No es cuestión de quien es el mas radical o el mas pacifico. Es cuestión de tener poder de decisión, y el poder de decisión no nace con la persona. Se hace y se gana; y no es que se gana con la capacidad de labia que tiene la persona hacia sus seguidores, si no con la capacidad que tiene el líder de darle una solución a sus partidarios, asegurándoles de que trabajando todos juntos se construye la victoria tan deseada, aunque no tan merecida por nuestra falta de perseverancia.
En fin, debemos dejar a un lado las necesidades personales para si poder establecer las necesidades como país y como nación. Tenemos que dejar a un lado la tan llamada patria. De lo contrario esta misma se encargara de crear un monopolio de burdeles llenos de tanta escasez que cada ciudadano de Venezuela tendrá su propia dama de compañía a domicilio cada hora que pasa, dejándonos en banca rota. Una banca rota no solo económica, si no emocional. Y honestamente no creo que exista tanto alcohol en Venezuela como para que cada venezolano olvide su despecho; irónicamente, la escasez se ha encargado hasta de quitarnos eso.